jueves, 7 de noviembre de 2013

Capitan de la Marina Mercante

Capitán de la Marina Mercante

Navegando como Tercer Oficial en el Petrolero “Bonifaz”, en Julio de 1964, tuve la desgracia de vivir el naufragio de este barco, a la altura de Finisterre, por colisión con el también petrolero francés “Fabiola”, que se cobró más de 25 vidas, salvándonos otros tantos. Dado que en escritos publicados por amigos y compañeros míos –a los que facilité datos y observaciones- ya se han descrito todos los detalles de este hecho, no me extenderé sobre el asunto, aunque sí tengo que admitir que una experiencia así basta para cambiar muchas cosas en la vida y, especialmente, en lo que fue a partir de entonces mi vida profesional.



Lo único que sí debo destacar aquí es que, como consecuencia de haber perdido toda la documentación, la Comandancia de Marina de Vigo nos extendió a los supervivientes los oportunos Certificados de Pérdida al objeto de poder solicitar de los Organismos correspondientes los duplicados oportunos. Ya se sabe que la burocracia española no se distingue precisamente por su sentido práctico y el conseguir nuevos “papeles” no fue fácil, pero creo que el colmo llegó cuando fui a Correos para sacar una nueva Libreta de la Caja Postal de Ahorros y el funcionario correspondiente me exigió que me acompañaran “dos testigos del hecho de la pérdida de la Libreta”. Lógicamente, al tratarse de un naufragio yo pregunté si esos testigos tendrían que ser hombres-rana que dieran fe de lo sucedido o algo semejante. Al final, el funcionario de marras transigió y extendió la nueva Libreta con la sola presentación del Certificado de la Comandancia de Marina. Vivir para ver.


Después del naufragio tuve que navegar unos meses en el Petrolero “Piélagos” –barco gemelo del naufragado “Bonifaz”- como Tercer Oficial en viajes de La Coruña a Libia, aunque tengo que admitir que el ambiente de este barco no me gustó mucho y era totalmente distinto del anterior, tanto en costumbres como en la forma de llevar las guardias. Baste decir que los Oficiales no tenían permiso para usar el radar porque según el Capitán, si era necesario significaba que el Capitán tenía que estar en el Puente.

Como al ocurrir este naufragio tenía ya los días exigidos para presentarme a examen de Capitán, pasé directamente a hacer el cursillo en la misma Academia de Madrid donde había preparado el de Piloto. Al empezarlo tuve en contra el haber perdido en el naufragio todos mis apuntes, libros, etc. con los que estaba ya preparando a bordo los exámenes de Capìtán, incluso libros y apuntes de algún compañero, por lo que me encontré sin esa referencia útil que significa el utilizar todo el material que me había servido para el curso de Piloto. El examen de Capitán ya no se hacía en ninguna Escuela sino en Madrid, en la Subsecretaría de la Marina Mercante, ante un Tribunal presidido por un Capitán de Navío, un Capitán de Corbeta como Secretario y Catedráticos de las correspondientes materias.

Quiso mi mala suerte que la primera convocatoria, Enero de 1965, figurara como Vocal el ya citado al principio D.Ramón Inchaurtieta, de la Escuela de Bilbao, quien preparó los tres espacios de Cálculos de Navegación sin seguir lo que se había hecho ya norma desde años antes y es que en el desarrollo del cálculo hubiera varias partes independientes, es decir, que un error cualquiera cometido al principio no se arrastrara hasta el final. Hay que recordar que estos Cálculos eran problemas que requerían tres horas o más, con muchísimas entradas en Tablas de Logaritmos, Funciones circulares, interpolaciones, etcétera. en los que cualquier error –con el consabido estado de nervios- podía suponer un mal resultado. Y esto me ocurrió a mí. El contenido de aquelos Exámenes constaba de tres grupos: el Primero consistía en tres días de Cálculos de Navegación, un problema de Cartas (sobre una Carta Náutica que solía ser la del Estrecho de Gibraltar), un problema de Compensación de la Aguja Magnética y otro de Mareas; el Segundo contenía Teoría de Navegación, Mecánica del Buque y uno o varios problemas de esto mismo; el Tercero comprendía Derecho Marítimo, Meteorología y Oceanografía, Inglés Marítimo e Higiene Naval. De todos ellos, en la Convocatoria a que me refiero sólo aprobé el Segundo Grupo, por lo que tuve que volver a embarcar y examinarme en Julio siguiente.

Por fín, en Julio de 1965 pude obtener el Título de Capitán y un mes después, nuevamente en la Flota de Pereda, embarqué en el Bulk-Carrier “Minas Conjuro”, pero con cierta sorpresa para mí, lo hice con plaza de Primer Oficial al tener ya el citado Título, sin pasar por Segundo Oficial, ya que se había hecho habitual en la Empresa que si entre los Oficiales de un barco había algún Capitán –aparte del que tuviera el mando, lógicamente- ocupara la plaza de Primer Oficial.

En Agosto de 1965 fuí destinado como Primer Oficial a la M/N “Minas Conjuro”, por aquel entonces dedicada al transporte de grano de Estados Unidos a España, pero también alquilada a la Empresa Italiana “Sidermar.



Tengo que decir que el año que pasé el “Minas Conjuro” fue uno de los mejores de mi vida profesional. Era un barco de la Gerencia de Pereda pero fletado por la Compañía Italiana 
“Sidermar”, perteneciente a la Empresa Pública “Italsider” (equivalente a lo que era entonces nuestro “INI”) y destinado preferentemente a viajes con destino a puertos italianos (Génova y Nápoles sobre todo) desde Vitoria (Brasil) o Monrovia (Liberia) con cargamento de mineral de hierro, y en alguna ocasión con fosfato de Jacksonville (Florida) a Venecia, pero no tocaba España más que para la reparación anual. Allí conocí, al igual que en los petroleros, lo que eran estancias cortas en puerto porque cargábamos en apenas diez horas y descargábamos en los puertos italianos en otras tantas, excepto cuando la inveterada costumbre de ese país en organizar huelgas por el mínimo motivo, nos llevaba a veces a bendecir estos “sccioperi” Hay que admitir que hubo sus excepciones como la de un viaje con fosfato desde Jacksonville  a Venecia, en la que tuvimos una estancia de más de una semana en la ciudad de los canales La aprovechamos a conciencia.

En este puerto de Jacksonville tuve una curiosa experiencia con el tema de la segregación racial, todavía muy problemática en EE.UU. y especialmente en el Sur. Nos hallábamos cargando fosfato en un cargadero y la tolva del mismo se iba moviendo para ir llenando las distintas bodegas y en la que se cargaba había un “superintendente” blanco y varios trabajadores negros. Dentro de mis obligaciones como Primer Oficial estaba la adecuada distribución de la carga en las bodegas, por lo que a veces tenía que corregir la posición de la tolva. Una de las veces, al decírselo a uno de los trabajadores negros y atender éste rápidamente mis indicaciones, le dije “Thank you”, simplemente pero me encontré con cara de cierto asombro en el trabajador y un manifiesto enfado por parte del “superintendente” blanco, que se me acercó para decirme en voz baja algo así como que no era costumbre allí dar las gracias a los negros. En esos días fue testigo de varios detalles más sobre el desprecio de muchos blancos hacia las personas de color y de una forma mucho más bestial y expeditiva que la anterior.

Estando en este mismo puerto y durante varios días, aprovechamos para frecuentar la ciudad y en cierta ocasión fuimos el Tercer Oficial y yo a comprar algo en unos grandes almacenes; estábamos mirando los expositores, alineados a ambos lados de los pasillos, cuando nos dimos cuenta de que por el centro del pasillo en que estábamos se aproximaba una despampanante rubia, de largas piernas y faldicorta, tipo Jayne Mansfield (los chicos de hoy no sabrán a quién me refiero), exuberante en todos los aspectos. Creo que nos quedamos como hipnotizados mirándola. La rubia seguía viniendo hacia nosotros como una locomotora; yo me aparté pero noté que mi compañero se había quedado como alelado mirándola y sin moverse. Yo le dije “¡Pepe, apártate!”. Pero él me contestó muy serio “No ¡que me atropelle!”.


A partir de ahí, salvo un viaje como Primer Oficial en el “Río Asón”, un frigorífico, y tras dos temporadas con este empleo en los Petroleros “Pablo Garnica” y “Sardinero”, empecé los interinajes de Capitán, estrenándome en el también Bulk-Carrier “Mendoza”, dedicado a traer carbón para Altos Hornos de Vizcaya, que cargábamos en Norfolk, Virginia. A partir de entonces todos los mandos que desempeñé correspondieron a buques frigoríficos.

En estos barcos hice muy variados viajes, desde los habituales con fruta del Mediterráneo a a Dover, Países Bajos, Alemania, etcétera, sin olvidar los muy frecuentes a Sudáfrica, Angola, Ghana, Costa de Marfil o Senegal, para cargar pescado congelado de diferentes pesqueros de distintas banderas. En otras ocasiones también me tocó ir a Constanza (Rumanía) en el Mar Negro o al puerto de Bar (Yugoslavia), alguno con detalles que contaré en páginas siguientes. 

1 comentario:

  1. Enhorabuena, Azofra. Muy ameno e interesante. Ya me tienes enganchado a tus entradas !
    Un fuerte abrazo.

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