lunes, 9 de diciembre de 2013

Relacioines con la Armada (I)

Relaciones con la Armada (I)

Antes de entrar en este "capítulo", quiero aclarar una cosa: en los párrafos siguientes describo la situación tal y como yo la viví en aquellos años cincuenta y sesenta. A día de hoy, el ambiente, las características y las singladuras de nuestros marinos de guerra son muy distintas y, por lo que conozco de muchos de ellos, sé que sería imposible que situaciones como aquellas se repitieran. Sirva esto como aviso por si alguien cree detectar pasados rencores, que serían extraños en quien ha vivido un ambiente militar desde la infancia.

En Octubre de 1959 me incorporé a la “mili” como Marinero en el Cuartel de Instrucción de San Fernando (Cádiz). En aquel entonces, los que tuvieran cualquiera de los dos Títulos (Capitán o Piloto) sólo estaban obligados a hacer seis meses porque se daba por supuesto que no necesitaban instrucción marinera. Después del período de Cuartel, fui destinado al Grupo Anfibio (Lanchas de Desembarco) que tenían su base en los caños de La Carraca. Como destino no era malo y podía ir a casa todas las noche, pues vivía con mi hermano Luis, Ingeniero Naval en Astilleros de Cádiz.



Mucho podría contar de aquellos meses, del ambiente y las particularidades de nuestra Armada, con recuerdos buenos y alguno malo, pero no podré olvidar que con la gracia espontánea de los gaditanos, pude "mondarme" de risa como pocas veces en mi vida. Baste decir que, aunque podía ir a San Fernando en el autobús (el “Comes”) de las seis de la mañana, me levantaba una hora antes para coger el llamado “Tren Obrero de Puerto Real” que salía a las cinco de la mañana, en el que viajaban los obreros de las Factorías de la bahía gaditana y ello solo por una razón: iba riéndome todo el viaje hasta San Fernando con las ocurrencias y buen humor de aquella gente.



Creo que fue en los primeros años sesenta cuando se abrió una convocatoria especial para que los Marinos Mercantes entraran en la Reserva Naval, siendo Ministro de Marina Nieto Antúnez. Según se rumoreó entonces, la medida fue para abrir más el escalafón ya que llegaba un momento en que la endogamia de los apellidos –Cervera, Sánchez-Barcaiztegui, González-Aller, Lazaga, etcétera.- hacía difícil, por ejemplo, asignar destinos poco apetecibles a alguien que podía influir con el familiar correspondiente para evitarlo. Sea lo que fuere, hubo un crecido número de Capitanes y Pilotos que entraron en la Armada y, casi en su totalidad, ocuparon plaza de Oficiales de Derrota al principio de su vida militar.

Que no solo nosotros, los marinos mercantes, éramos objeto de ese trato “especial”, pudo verse en la forma en que lo eran integrantes de otras carreras al cumplir el Servicio Militar, por ejemplo. Así recuerdo muy bien cómo mi hermano mayor, Ingeniero Naval como ya he dicho, sirvió en la primera promoción de la Milicia Naval Universitaria durante tres veranos. Esa Promoción estaba compuesta, creo que en su totalidad, por estudiantes de Ingeniera Naval y de Marina Mercante. Por lo que él mismo me contaba, comprendo que en aquel entonces tenían sobrada razón para indignares con muchas de las cosas que veían o sufrían y no se hable de manía antimilitar porque se trataba en este caso de hijo y nieto de militares por las dos ramas. Para mayor “inri” varios de los integrantes de aquella Promoción eran familiares de Jefes de la Armada llegando a darse el caso de que uno de ellos, apellidado Cervera y, por supuesto, miembro de la conocida familia que cuenta quizás con docenas de Jefes y Oficiales en el Escalafón, se encontraba con sus compañeros en el sollado del barco en el que navegaban cuando el Oficial de Guardia se asomó por la lumbrera y gritó “¡Cervera! Suba a cubierta que su tío el Almirante le espera…” y el susodicho, muy serio, contestó “`¡Sí, mi Oficial…pero ¿cuál de ellos?” porque tenía ¡tres tíos Almirantes!... Como colofón a este detalle, puedo contar que durante la “mili” en el Grupo Anfibio, en los Caños de La Carraca (Cádiz) tuve que asistir en formación a la toma de posesión del nuevo Capitán de Navío Jefe del Grupo, Sr.Cervera y Cervera, presidiendo la ceremonia el Jefe de Estado Mayor de la Capitanía General del Departamento, Sr.Cervera, en nombre del Almirante Jefe del Departamento, Sr.Cervera. Por algo se contaba que, en tiempos de la Monarquía, cuando el Rey Alfonso XIII visitaba un barco de guerra decía “¡Vengo a conocer el Cervera de este barco!”.



Durante las escalas en Cartagena del desaparecido “Bonifaz”, me encontraba algunas veces con un Teniente de Navío de la Armada, conocido mío, que en un principio estaba destinado en un destructor y me comentaba que “…tenía mucha vocación porque salían los miércoles a la mar, que le encantaba y estaba deseando que llegara la próxima semana para volver a salir…”. En aquellos tiempos nuestros barcos de guerra apenas navegaban, entre otras cosas porque nuestras carencias económicas, de combustible, etcétera, no lo permitían. Recientemente, leyendo Memorias de Jefes de la Armada, al referirse a esos años se lamentan de que se pasaban a veces tres o cuatro meses atracados a un muelle con apenas media docena de salidas a la mar.



En una ocasión y estando el mencionado destinado en el petrolero de la Armada “Teide” vino a verme a bordo y charlando en mi camarote me enseñó una tarjeta del Ministro de Marina en la que le felicitaba porque en las recientes maniobras de la flota habían estado con su barco dando combustible en la mar a las demás unidades que intervenían y por ello le anunciaba el Ministro que le concedían la Cruz del Mérito Naval. Lo justificaba diciendo que estuvieron toda la noche petroleando y que esto “…había trascendido…”. Estaba conmigo el Segundo Oficial que era un irónico de marca y al oir esto le preguntó con aire inocente “¿Es que dabais el combustible a buchitos?”.



Por cierto que en otra ocasión este mismo Teniente de Navío me llevó a su barco, el ya citado “Teide”, con base en Cartagena, para enseñármelo. Hay que señalar que los viajes que tenía que hacer –en aquella época- eran normalmente y como muy lejos a Sevilla. Me presentó a un Alférez de Navío de la Reserva Naval (se había abierto hacía poco para los Oficiales Mercantes, como dije anteriormente) y cuando ya estábamos en el Puente me dijo “No creas, ellos montan guardia como nosotros…pero, claro, cuando eso pasa uno de nosotros está en la Derrota…”. Dejando aparte la falta de delicadeza de decirme esto, preferí callarme en ese momento y no aclararle que esos “mercantones” tenían más días de mar que todos ellos juntos y que seguramente sabían más que ellos en todo lo que respecta a una guardia de Puente; recordar que esos días yo, navegando en Petroleros, apenas estaba en tierra 24 o 48 horas cada mes o cada dos meses. Precisamente poco después de lo que acabo de narrar, hablando con mi padre, militar, que intentaba convencerme para que entrara en la Reserva Naval porque así estaría más con la familia, vería más a mis hijos, etcétera, no pude evitar contarle lo que había visto en el “Teide” y decirle que si me encontraba en una situación parecida y me colocaban de “vigilante” a un oficial así, al día siguiente me juzgaban en Consejo de Guerra porque hubiera tenido una reacción, digamos, poco acorde con el espíritu militar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario